domingo, 21 de agosto de 2011

EL PASO

La tormenta estaba en su punto álgido, los truenos rompian el impactante silencio y los rayos iluminaban la extensa llanura hasta donde alcanzaba la vista. Los dos jinetes y sus monturas estaban empapados y el frío les atenazaba todos los músculos, a pesar de la tormenta y en un profundo silencio continuaban su fatigosa marcha.
Al cabo de dos horas comenzaban a vislumbrar lo que se podía llamar pueblo, ya que en realidad era un pequeño grupo de casas echas de madera y adobe. Lo que destacaba era una casona más grande de la cual salía un espeso humo de la chimenea medio derruida, hacia ese lugar se dirigieron. Según se iban acercando puedieron ver el nombre de la taberna, "la zarpa del lobo".
Dejaron sus monturas en las caballerizas, al cuidado de un muchacho enclenque que simplemente aguardó a la moneda de cobre antes de dar cobijo a los caballos y darles de comer, las monturas fuertes y vigorosas se dejaron llevar mansamente al interior del establo.
Los dos hombres fueron hacia la puerta, el primero en entrar fue Quein de Olsoc, un joven alto y fornido, calzaba botas de cuero y vestía unas tupidas mallas con una camisa de piel de borrego, la capa era de piel de oso, típica de su tierra, a su espalda sobresalía la empuñadura de una gran espada echa del más duro acero de Olsoc, en los lados del cinturón llevaba una espada corta y un pequeño puñal, ambos con la empuñadura de plata y el restro del cinturón estaba ocupado por unos finos dardos de hierro ennegrecido, su pelo negro como la pez y su rostro presentaba las dos cualidades originarias de su pueblo, la belleza y la dureza de su región. El siguiente fue Exbic nacido en las tierras altas de Loock, era un poco más bajo que Quein pero no tenía nada que envidiar en su aspecto, perfectamente musculado y fibroso, colgando de su espalda llevaba un arco de marfil tensado con fino músculo de ciervo y en perfecto estado de conservación, en su carcaj sobresalían las plumas de águila que decoraban sus flechas, su vestimenta era parecida a la de Quein salvo la cota de malla que llevaba y los mocasines altos que calzaba. Su rostro aquileño mostraba fiereza, acentuada por los ojillos estrechos de mirada impasible y a la gran cicatriz que cruzaba su rostro desde la drente hasta la mejilla.
Entraron sin mirar a nadie, directos a la barra que estaba atendida por un hombre grandón de prominete barriga, todos los individuos les miraron durante un instante y siguieron rápidamente con sus asuntos, ya que era raro recibir visitas por allí, y menos con el tiempo de perros que hacía. La taberna despedia un olor a cerveza rancia y asado de vaca, que fue lo que pidieron, pues tampoco es que hubiese una gran variedad, ni de comida ni de bebida. Pagaron y se fueron a sentar al rincón más alejado de la taberna. Todo transcurría con  normalidad, todos atendían sus asuntos, Exbic y Quein comían y bebían con tranquilidad, de repente se escuchó un gran golpey vieron a un pequeño hombre rodar por la escaleras después de recibir un fuerte golpe en el pecho, cayó despanzurrado en el suelo, todos volvieron la vista hacia el final de la esclaera, para ver quien le había propinado semejante golpe, salió un hombre con la cabeza afeitada, con una larga coleta en la nuca, iba vestido todo de negro con piel de jabalí, y al cuello dos grandes colmillos de este animal, iba flanqueado por otros hombres con su mismo aspecto pero sin el collar, eran wirlocks, las armas que poseían eran cimitarras de ancha hoja curvada, cada uno de ellos llevaba a su espalda un pequeño escudo de color negro con el símbolo de un gran jabalí negro como emblema. Salieron riéndose y escupiendo insultos al pobre desgraciado que se encontraba tirado en el suelo sin poder levantarse. Quein hizo ademán de levantarse para ayudar al hombre.
-     Quieto, no hagas nada, no es asunto nuestro - dijo Exbic, mientras seguía bebiendo tranquilamente su cerveza.
-     Pero....- intento discrepar.
-     No amigo, el asunto que nos a traído es más importante y no podemos estropearlo - repuso Exbic con convicción.
El bravucón y sus secuaces fueron bajando la escalera hasta llegar al pobre hombre, lo levantó con una sola mano y le propinó un cabezazo que le hizo brotar un chorro de sangre de la nariz, a la vez que le soltaba, uno de sus hombres le propino una patada en el estomago que le hizo caer al suelo.
-     ¡Acabad con él!, y que todos lo vean, que sirva de escarmiento - el hombre salió de la taberna.
Sus hombres se proponían hacer lo que se les ordenó, pero uno de ellos cometió el último error de su vida.
-     ¡Te voy a degollar como a un perro!, como a un sucio perro de Loock - antes de que terminase la última sílaba, Exbic se levanto como un rayo y propinó un certero puñetazo en la mandíbula, se oyó el crujido de los huesos al partirse, el hombre cayó fulminado al suelo, mientras el otro intentó desenvainar la cimitarra, llegando solo hasta la mitad de la hoja, ya que dos dagas aparecidas de la parte de atrás del cinturon de Exbic surcaron el aire provocando dos grandes tajos en su garganta, cayendo al suelo entre gorgoteos. Todo el mundo se quedó estupefacto ante la rapidez de lo ocurrido, Quein se levantó rapidamente, antes de que la gente comenzara a reaccionar, de una manera o de otra. No se iban a quedar a averiguarlo.
-     ¡Que mantuviera la calma!, ¡acuerdate de la misión!, buena la has armado Ex - en ese preciso momento entró el otro hombre después de oír el pequeño jaleo, antes de que dijera una sola palabra o hiciese un solo gesto para sacar el arma, tenía dos pequeños dardos en la garganta, los tocaba incrédulo sin saber de donde ni quien los había arrojado, cayó al suelo con un sonoro golpe, la gente volvió a mirar al tipo del suelo, en ese momento Exbic y Quein con el pequeño hombre a cuestas salieron de la taberna y se dirigieron a la cuadra. Ensillaron rápidamente los caballos, Exbic montó delante de él al pequeño hombre que se encontraba medio inconsciente y salieron a galope como alma que lleva el diablo, la noche se los tragó rapidamente.
La lluvia había parado y les había dejado fríos, calbagaron varios kilometros y se internaron en un pequeño bosque de hayas, abetos y abedules, desmontaron, después de asegurarse que nadie les seguía Quein fue en busca de un poco de leña, haber si encontraba algo seco, mientras Exbic atendía a sus inesperado compañero, lavó las heridas y le puso un cataplasma de hierbas, a base de lavándula, para que no se infectaran, los golpes y magulladuras dolerían durante varios días pero aparte de eso no había ninguna rotura. Quein regresó con un poco de leña y encendieron un pequeño fuego, suficiente para calentarse hasta la llegada del amanecer.
Cuando Quein despertó, Exbic preparaba el desayuno y un reconstituyente para el herido y ellos mismos.
-     ¿Cómo está nuestro invitado? - preguntó Quein estirandose y tratando de entrar en calor.
-     Ha pasado la noche en calma - contestó Exbic.
Mientras hablaban, el pequeño hombre despertó, sobresaltado y un poco aturdidotodavía, preguntó.
-     ¿Quienes sois?, ¿donde me encuentro? - trató de levantarse y el dolor le recordó lo que había pasado.
-     Te ayudamos en la taberna, pensábamos que te iban a matar - contestó Exbic.
-     No fue para tanto, los tenía donde quería, esos cobardes me pillaron por sorpresa - dijo el hombre, tratando de mostrar valor.
-     Si, si, tomate este brebaje, te ayudará a recuperarte. ¿ Quien ere?- pregunto Exbic con curiosidad.
-     Soy Mill, un poderoso mago y gran ingeniero de una tierra muy lejana, así que será mejor que me dejéis libre, si no queréis pagar cara vuestra insolencia.
Exbic miró extrañado e incrédulo, primero a Mill y después a Quein, quien le hizo un gesto de ignorancia a la vez que sonreía.
-     No eres nuestro prisionero y puedes marcharte cuando gustes, pero creo que deberías quedarte con nosotros hasta estar recuperado.
-     En ese caso me quedaré. ¿Quienes sois?, formáis una extraña pareja.
-     Yo soy Quein y mi amigo es Exbic, nosotros mi querido amigo solo somos unos pobres viajeros.
Mill examinaba el brebaje que le había preparado Exbic, lo probó con precaución, y un calor reconfortante le recorrió el cuerpo. Terminaron de desayunar un poco de pan y cecina, y se pusieron en marcha. Mill no les volvió a preguntar más sobre ellos, ya que dedujo, por la forma tajante de la contestación de Quein, que por ahora no le interesaba la vida de sus inesperados compañeros de viaje.
-     Exbic, ¿ que tipo de brebaje me has dado?.- Preguntó Mill al cabo de un rato.
-     Es kefir, una fertilización de la leche.
-     Lo cierto es que es bueno, noto sus efectos rápidamente.
Exbic agradeció el cumplido con un gesto de la cara, pero no dijo nada más. Continuaron el viaje en silencio. Mill tenía muchas preguntas, pero ya llegaría el momento.
El camino estaba flanqueado por pequeños bosques, estaba llegando el invierno, las lluvias eran intermitentes, al oeste se veía la cordillera que hacía la frontera natural con Loock, hacia donde se dirigían, avanzaban lentamente, los cmainos estaban embarrados debido a las últimas lluvias, el día transcurria tranquilo, a Mill le dolía todo el cuerpo y la cabalgata no le ayudaba demasiado, solo pararon a descansar para comer y abrevar a los caballos. Mill obsevaba a sus nuevos compañeros, casi no hablaban, solo lo hacian en susurros, pero veía que se entendían a la perfección, un simple gesto, un movimiento y cada uno sabía lo que tenía que hacer y lo que quería el otro.
El día llegaba a sus fin, pronto la luna haría su aparición, sería una noche fría, las nubes corrían rápidas surcando el cielo gris, tendrían suerte si no les lluvia, dentro de poco acamparían y podrían descansar.
Se acercaban a un bosquecillo, de repente Exbic detuvo su caballo.
-     ¿Que pasa?- peguntó Mill preocupado.
Exbic le mandó guardar silencio, Mill no oía nada por más que se esforzó, solo escuchaba su repiración. Desmontaron y se fueron acercando al bosque, pronto se escuchó un leve rumor de voces.
-     Quedate aquí con los caballos, y no hagas ruido, pronto volveremos-, le susurró Exbic.
Exbic cogió el arco y Quein desenvainó la espada, se internaron en el bosque, y pronto se les perdió de vista, eran como dos fantasmas sin hacer un solo ruido. Los movimientos eran rápidos y controlados. Se acercaron sigilosamente hacía donde procedían los ruidos, cada vez eran más claros, al acercarse vieron a diez wirlocks que asediaban a un tipo enorme, armado con una formidable hacha de doble filo. Apenas se movía del sitio, a sus pies había un enorme animal, parecia muerto, y el gigantón que le sacaba dos cabezas a Quein, sangraba por varias heridas, los wirlocks gritaban y se reían, increpaban al gigantón, pero sabían que tenían que temer su hacha, cuatro wirlocks estaban muertos a su alrededor, el gigante no duraría mucho, estaba solo, herido, solo era cuestión de tiempo qie se rindiese y le matasen. Exbic tensaba su arco, mientras Quein se acercó unos metros más a uno de los asaltantes. Los dos amigos se miraron y una flecha silbó, yendo a parar a la garganta de uno de los wirlocks, dos flechas más alcanzaron sus blancos, antes de que se dieran cuenta del ataque, el gigante viendo la oportunidad saltó con su hacha clavándosela en el hombro a otro de los wirlock, sin darle tiempo a defenderse al pillarle por sorpresa.
Quein salió como un fantasma de su escondrijo detra´s de los árboles, dos mas cayeron bajo su acero, solo quedaban cuatro, viendo su numero tan reducido intentaron la huída, otra flecha atravesó la coraza del wirlock que iba en cabeza, matandole al instante. Exbic sacó sus dagas y revanó el cuello a otro enemigo, el hacha del gigante voló hasta alcazar la espalda de otro enemigo, el último wirlock arrojó su arma y se arrodilló pidiendo clemencia, el gigante se fue acercando lentamente, dió un fuerte tirón al hacha, al sacarla el wirlock casi se parte en dos, el filo del hacha se acercaba amenazante al wirlock arrodillado, la sangre manchaba toda la hoja, sin detenerse el gigante giró sus arma y la cabeza del wirlock salió disparada. Exbic y Quein se acercaron a una distancia prudencial del gigantón, ahora le veían a la perfección, era enorme, los brazos los tenia completamente pintados , vestía pieles de oso polar, no llevaba ningún tipo de coraza, su calva cabeza estaba perlada en sudor, las pieles manchadas de sangre, varias de las heridas eran feos y profundos cortes, no se explicaban como se podía mantener todavia en pie y menos que hubiese luchado con esa fiereza. El gigante se volvió hacia ellos, el hacha estaba en actitud amenzante, sió unos pasos hacia el animal caído, se tambaleó y cayó al suelo como una roca. Los dos amigos se acercaron rapidamente, les costó un triunfo darle la vuelta, Exbic corrió hacia donde se encontraba Mill con los caballos y cogió su mochila y comenzó el regreso.
-     Ven Mill, te necesitamos- le dijo sin volverse.
Mill le siguió con las monturas, miró los cuerpos de los caídos wirlocks y se quedo estupefacto al ver al gigantón tirado en el suelo. Antes de que preguntara escuchó a Exbic.
-     Mill, busca un poco de leña seca, rápido-. Exbic atendía al gigante, mientras Quein inspeccionaba la zona por si hubiese algún enemigo más.
Encendieron una hoguera, mientras Exbic terminaba de vendar y emplastecer las heridas del gigantón.

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